sábado, 3 de mayo de 2008

La víspera


Como parte del caudal de programas con motivo de la Feria de las Flores, en el corregimiento de Santa Elena se estimula el encuentro entre sus pobladores, y entre éstos con los turistas.


En los días y las horas próximas al desfile se intensifican los lazos sociales, y los contactos entre las casas de las veredas dan la impresión de un hormiguero en el que convergen todas las labores de la construcción de las estructuras de las silletas, la composición de los arreglos florales y la puesta a punto de los atuendos tradicionales que se lucirán durante el desfile. En una cordial competencia, que alienta la cooperación más que el egoísmo, entran en juego el honor de cada familia y el renombre de la vereda.
El pino ciprés, el canelo y el eucalipto son algunas de las maderas utilizadas por los silleteros para el armazón base de sus silletas. El silletero despliega todo su conocimiento ante los ojos del pequeño, que desde su temprana edad se hace partícipe de esta tradición. Miguel Ángel Soto Grajales, vereda Piedra Gorda.

  Ser silletero o silletera equivale a una representación colectiva. Igual ocurre con la silleta concluida. En ambos casos, el proceso de participación y de elaboración no se restringe a una sola persona. El decorado armazón de madera condensa un trabajo plural familiar, en diversas fases y durante varios días, producto de un esfuerzo colectivo cargado de afecto y de la ilusión del triunfo.Las flores frescas deben permanecer resguardadas y protegidas de los rayos solares y, para ello, el silletero aprovecha todos los espacios.

  Ocurre, entonces, que quien coloca los manojos de flores en el entramado de la silleta puede no ser la misma persona que diseñó el arreglo o la composición, ni tampoco necesariamente coincidir con quien armó el soporte de madera de la silleta o con quien cuidó durante meses el jardín de donde salieron las flores. Cada quien saca a flote toda la experiencia adquirida para hacer de cada detalle de la compleja labor de construcción y ornamentación de la silleta una manifestación de creatividad.
El Desfile de Silleteros propicia el casual encuentro del sombrero “vueltiao” de los indígenas de las sabanas de Sucre y Córdoba, y la silleta de flores de los campesinos de las tierras frías de Antioquia, ambos declarados Patrimonio Cultural de la Nación.

  Poder contemplar esta actividad, a veces muy intensa, a veces muy serena, produce asombro y admiración en quienes visitan las veredas durante la víspera. Allí se hace visible la distribución de responsabilidades, que en cada núcleo de parientes forma especialistas, cuyas funciones complementarias y sucesivas se entrelazan en una armonía y laboriosidad extraordinarias.
Al mismo tiempo que aprovechan la gran afluencia de turistas para ofrecer atuendos y recuerdos, los comerciantes aportan colorido a la Feria de las Flores.

  Hay muchas maneras de acompañar este proceso del día y la noche anterior; centenares de personas, en los últimos años, organizan excursiones o pagan servicios especiales de turismo para compartir la víspera, en un rincón de cualquier vereda, y apreciar la activación de esos lazos de sangre y amistad que hacen transcurrir la noche en una singular combinación de emociones que expresan el frenesí y la ansiedad propios de toda víspera festiva.
Los visitantes observan entusiasmados la habilidad manual que da forma artística a las silletas multicolores.

  Los armazones están listos desde hace algunos días, ubicados en sitios estratégicos de las viviendas; los patios de las casas, los sombreados corredores y el área social de las viviendas se transmutan en laboratorios de cooperación y responsabilidad, donde cada quien sabe lo que debe hacer. Los mayores lo aprendieron desde niños, y los nietos y bisnietos que participarán como silleteritos emprenden ahora un aprendizaje intensivo que esa noche se convierte en un auténtico rito de iniciación.
Presenciar la elaboración de las silletas en Santa Elena es, para los turistas, uno de los programas más llamativos de la Feria de las Flores.

  Los manojos de flores se han preservado en baldes con agua y a la sombra para mantenerlos frescos. En cajas aparte, cuidadosamente seleccionadas, se amontonan ramilletes de flores de exportación que complementarán la ornamentación de la silleta y que alguien se ocupa de recortar, reagrupar y poner a punto para su uso.
Las imágenes parecen prestar atención al juego de los niños, ya tocados por el mundo de las flores.

  En las cocinas, los fogones permanecen al rojo vivo; algunas parrillas calientan arepas; de la casa vecina provienen aromas de asado; en ollas enormes hay caldo, sancocho o fríjoles listos para compartir; alguien ofrece una taza de aguapanela caliente, acompañada de una tajada de quesito; el de más allá brinda y comparte un aguardiente; de los radios y equipos de sonido brotan ritmos musicales alegres, y no es extraño que aparezca una guitarra que anime la improvisación de unas trovas.
Varias fases bien definidas, que copan muchas jornadas previas al desfile, lleva consigo la construcción de las silletas. La concepción del motivo, la obtención de los materiales, la construcción del armazón base y el “vaciado” de las flores.

  Los niños disfrutan al máximo este ambiente, los vecinos y otros parientes venidos de más lejos se visitan y se entremezclan con los forasteros que se aglomeran en torno a las delicadas faenas, relacionadas con los toques definitivos del arreglo floral. Las cámaras fotográficas y de video registran detalles y gestos. La lozanía de las flores se muestra en esta fase de la fiesta en todo su esplendor. Ruanas, bufandas y abrigadores suéteres protegen del frío del amanecer. Poco o nada se duerme esta noche, y la víspera se convierte, hasta el último instante, en una vigilia activa, llena de algarabía, cordialidad y buenos augurios.

La tarde declina y, a la luz de la luna, el silletero y su familia prosiguen, en la última noche, la gigantesca tarea de la armada de la silleta.

  La Feria de las Flores tiene un rostro rural amable y acogedor, que expresa sus virtudes anfitrionas en el alegre anochecer y amanecer que anteceden al Desfile de Silleteros.

En tiendas y caminos, fiestas y parrandas animan la noche de Santa Elena, y sus aires acompañan la faena del silletero.

Unos sorbos que dan ánimo; la última noche es corta y ardua la faena que les espera.

La división de tareas entre los miembros de las familias facilita el proceso de armada de la silleta. Así, el tejido social se activa en pos de un objetivo común: construir la mejor silleta.

La arquitectura de la silleta se erige en la penumbra y, con paciencia y laboriosidad, el silletero compone sus imágenes soñadas.

Los colores y las formas han ganado su lugar, y el atardecer los rubrica con su luz.

En la víspera, las miradas acuciosas de su creador y sus acompañantes parecen darle el visto bueno a la silleta casi lista. Hernán de Jesús Soto Grajales, vereda Piedra Gorda.

Muchos acuden a esta fiesta de flores bajo las estrellas.

Santa Elena está preparada para atender a los miles de visitantes que acuden la noche que precede al desfile, cuando los silleteros confeccionan su tejido de flores.

Las normas del Desfile de Silleteros sólo permiten el uso de materiales diferentes a flores y plantas en los casos de las silletas emblemáticas y comerciales.

No son pocos los que tienen la dicha de ir a Santa Elena la víspera del desfile, esa noche que combina la labor y la fiesta.

Cada cual en su cuento, visitantes y silleteros armonizan con espíritu festivo.

Texto: Edgar Bolívar Rojas

1 comentario:

rio de sal dijo...

tienen un trabajo muy bueno, y con los texto de Edgar Bolívar creo que le dan un trabajo etnográfico muy rico a lo que hacen. Edgar fue el asesor del trabajo de grado del director de la publicación Homo habitus, les paso la dirección para que la conozcan.

http://www.homohabitus.org

Felicidades con su trabajo

Verónica